Elijo yo.

La lagartija inestable

siempre iba acompañada

con un montón de emociones

que con ella caminaban.

La llamaban inestable

por sus cambios de emoción

un día estaba contenta

y dos o tres días no.

Esta tarde no me habléis.

¡Que feliz soy hoy amigo!

No me mires, estoy fatal.

¡Que ilusión verte Pepito!

Ella vivía resignada

a esta triste realidad

donde a días estaban bien

y a días estaban fatal.

Así transcurría su viaje,

había soltado el timón

y lo agarraban por turnos

emoción tras emoción.

Déjame un ratito a mí

decía nerviosa la ira

paciencia que no te toca

primero vamos nosotras.

El orgullo muy dolido

los celos siempre ofendidos

la euforia y la admiración

tras el miedo y la confusión

por turnos se repartían

la energía de la acción

y a la pobre lagartija

la tenían en un rincón.

Un día estando ya cansada

de tantísimo altibajo

se planto y dijo muy claro:

pararos que yo me bajo.

Cuando la lagartija entendió

que no se podía bajar

se decidió a poner orden

¡Cada una a su lugar!

de ahora en adelante

la energía la pongo yo

vosotros podéis quedaros

sentadas en el sillón.

Yo decido en todo momento

la paz que quiero sentir

ya se acabó tanto cuento

¡Soy yo la que manda aquí!

Las emociones sentadas

no dejaban de insistir,

debes seguir mis consejos.

No, mejor sígueme a mi.

Pero la lagartija lista

no volvió a seguir a nadie

en su viaje era la jefa

y la única responsable.

Ahora estaba ella al volante

y era la que decidía

ponerle paz y alegría 

a todo cuanto acontecía.

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